La evidencia de que la Cóclea, además de recibir y analizar los sonidos, es capaz de producir energía acústica de una forma activa fue demostrada por David Kemp en 1978, la importancia de este descubrimiento radica en que a través del estudio de las Otoemisiones acústicas, disponemos de un método de evaluación objetivo del feedback de la mecánica coclear por el que las Células Ciliadas Externas (CCE) y las fibras del sistema eferente son responsables de las curvas de sintonía (curva umbral-frecuencia o curva intensidad-frecuencia) y de discriminación frecuencial asociadas a la audición normal. Los oídos emplean las contracciones activas de las CCE para intensificar la sensibilidad a un sonido, generándose en este proceso una energía sonora retrógrada que se transmite hacia el Oído Externo en forma de Otoemisión acústica.