El proceso de inclusión debe ser cambiante, activo y dinámico, estableciendo redes que tengan como objetivo la atención de las necesidades en personas con algún tipo de discapacidad, teniendo en cuenta el componente interdisciplinar, sin caer en silogismos de cada profesión, que parcelan al individuo y generan una separación de lo que debería ser finalmente una perspectiva integradora.